Yassin Mansouri, o todo poderoso chefe da "secreta" marroquina |
- O serviço secreto de Mohamed VI é, ao seguir ao russo, o que mais agentes perdeu no Velho Continente
Bagdad
A. es el cuarto marroquí detenido por espionaje en Alemania desde 2011. Todos
se consagraban a informar sobre las actividades de sus 230.000 compatriotas
allí residentes, excepto Mohamed B., de 56 años, apresado en febrero en Berlín,
y que se dedicaba a vigilar a los miembros del Frente Polisario. Cobró por ello
22.800 euros, según la fiscalía.
De
todos los agentes marroquíes caídos estos últimos años en Europa, el que hizo
más ruido fue, en 2008, Redouane Lemhaouli, de 42 años, un policía de origen
marroquí que tenía acceso a las bases de datos del Ministerio del Interior de
los Países Bajos. De ahí sacó información sobre “actuaciones contra el rey de
Marruecos”, “terrorismo” y “tráfico de armas”, para comunicársela a los espías
que, con cobertura diplomática, le habían reclutado.
El caso
de Re, el apodo que habían puesto sus compañeros al policía, ha sido el que más
repercusión tuvo porque el agente llegó a codearse con la princesa Máxima,
esposa del príncipe Orange, y con un miembro del Gobierno holandés. Se sentó a
su lado, en primera fila, durante una ceremonia en la que 57 chavales
inmigrantes, muchos de ellos de origen marroquí, recibieron diplomas que les
habilitaban para trabajar como personal de tierra en el aeropuerto de
Rotterdam. Re les había formado.
Meses
después, el policía fue expulsado del cuerpo y condenado a 240 horas de
trabajos sociales. El que era entonces ministro de Exteriores holandés, Maxime
Verhagen, envió una carta a los diputados lamentando “la intervención de
sectores o servicios para influir a los ciudadanos de origen marroquí”.
"Los agentes marroquíes sufren traspiés en la
Europa del norte,
pero se mueven con más libertad en la del sur"
En
total, desde 2008 han trascendido 10 detenciones y procesamientos de agentes o
expulsiones de diplomáticos de Marruecos en Europa —Mauritania echó también a
un undécimo confidente el año pasado—, un número solo superado por Rusia, que
en los últimos cinco años perdió a 31 espías en el Viejo Continente.
Los 11
agentes marroquíes trabajaban para la Dirección General de Estudios y
Documentación (DGED), el
servicio de espionaje exterior de Yassin Mansouri, de 50 años, el primer
civil que lo dirige. Es el único servicio de inteligencia que formalmente
depende del palacio real de Marruecos y se ha convertido en algo más que un
servicio secreto. Es un instrumento de la diplomacia marroquí. La personalidad
de su jefe lo explica.
Mansouri
forma parte del círculo de estrechos colaboradores del rey Mohamed VI, con el
que estudió en el colegio real. Es además el único entre los íntimos del
monarca que no ha sido salpicado por un escándalo económico o político.
Yassin Mansouri: Su travesía del desierto acabó
poco después de
la entronización de Mohamed VI
Su
lealtad al futuro rey le provocó incluso, en 1997, ser apartado del puesto que
desempeñaba en el Ministerio del Interior por su titular, Driss Basri.
Sospechaba que le espiaba por cuenta del príncipe heredero, al que él sí
vigilaba por encargo de su padre, Hassan II. Mansouri fue, sin embargo, el
único de los amigos de juventud del príncipe que cayó bien a Basri. Ensalzó
ante Hassan II su capacidad de trabajo y el rey le envió en 1992 a EE UU para que
le formase el FBI.
Nacido
en Beejad, en el centro del país, hijo de un alem (sabio del islam), Mansouri
recibió una educación religiosa, algo trastornada por las amistades
izquierdistas de su hermano, hasta que se le ofreció plaza en el colegio real.
Aún hoy día sigue siendo un hombre piadoso que intenta rezar con frecuencia,
que no bebe alcohol, ni fuma, ni hace ostentación.
Su
travesía del desierto acabó tras la entronización de Mohamed VI, que en 1999 le
nombró director de la MAP, la agencia de prensa oficial, desde donde regresó en
2003, esta vez por la puerta grande, a Interior. Durante dos años estuvo al
frente de la más importante dirección general del ministerio del que Basri ya
había sido expulsado. De ahí dio el salto al espionaje y a la diplomacia
discreta.
Mansouri
formó, por ejemplo, parte de la delegación marroquí que acudió a Nueva York en
2007 a presentar al secretario general de la ONU la oferta de autonomía para el
Sáhara; se sentó varias veces a negociar con el Polisario y se entrevistó en
secreto en París, en 2007, con la ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livn.
En 2008 recibió en Rabat al secretario de Estado adjunto norteamericano, David
Welsh, al que expresó su preocupación por la fragilidad del régimen tunecino y
la “codicia” de su dictador Ben Ali, según revelaron posteriormente los cables
de Wikileaks. Tres años después, Ben Ali fue derrocado. Mansouri fue de los
pocos que acertaron en su pronóstico sobre Túnez..
La DGED
se ha dedicado, desde su creación en 1973, a vigilar a los exiliados enemigos
de la monarquía alauí, antes izquierdistas y ahora más bien islamistas y a los
independentistas saharauis. Pero a medida que la emigración marroquí ha ido
creciendo también se esfuerza en supervisarla para que no germine en ella el extremismo,
para que sea leal al trono.
En
España, Marruecos ha elaborado “una estrategia de gran magnitud”, señalaba en
mayo de 2011 un informe
del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) enviado por su director, el
general Félix Sanz, a tres ministros. “Su objetivo es extender su influencia e
incrementar el control sobre las colonias marroquíes utilizando la excusa de la
religión”, añadía. Esta supervisión la ejerce, según el CNI, “a través de su
embajada y consulados (…), personal afín”, es decir, agentes de la DGED con
cobertura diplomática y confidentes reclutados sobre el terreno. También
colabora la Fundación Hassan II, que preside la princesa Lalla Meryem, hermana
de Mohamed VI, cuyo presupuesto no está sometido al control del Parlamento.
Prueba
del interés de la DGED por la religión fue la intervención de Mansouri, en
noviembre de 2008, ante un nutrido grupo de imanes, procedentes de España e
Italia, e invitados a Marraquech por el Ministerio de Asuntos Islámicos. Un año
antes, Mansouri viajó a Mallorca para reunirse con el que era entonces su
homólogo español, Alberto Saiz, y advertirle de que estaba “jugando con fuego”
al fomentar en Ceuta el auge de los tablig, una corriente islámica de origen
indio, en detrimento del islam malekita que impera en Marruecos.
Acaso
sea porque quieren evitar tensiones con Rabat o porque necesitan más su
cooperación en la lucha antiterrorista —la DGED ayudó al CNI a resolver el
secuestro por Al Qaeda, en Malí, de tres voluntarios catalanes—, lo cierto es
que los países del sur de Europa como España, Francia e Italia, aquellos en los
que hay más inmigración marroquí, no expulsan ni detienen a agentes de
Marruecos. “Sí se producen, pero no trascienden”, matiza un antiguo colaborador
del CNI que trabajó en el Magreb.
En 2010,
Rabat expulsó a tres agentes españoles, con cobertura diplomática, destinados
en Marruecos, pero en el último cuarto de siglo solo una trama de espionaje
marroquí en España saltó a la palestra: la infiltración de un topo en
Exteriores, en 1990, que obtuvo un informe sobre la conversación del ministro,
entonces Francisco Fernández Ordóñez, con un responsable del Frente Polisario.
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