Assisti em Rabat às primeiras sessões do julgamento
militar contra os 24 saharauis acusados de assassinar mais de uma dezena de
policías marroquinos que desmantelavam o acampamento de Gdeim Izik, chamado
também da Dignidade, instalado pacificamente nas redondezas de El Aaiún em outubro
de 2010. A comprometida representação euro espanhola era integrada também pelo colega
Willy Meyer, da IU (Esquerda Unida), Javier Ballina, advogado e meu ajudante, e
Elvira Hernández e Julio Rodríguez, colaboradores de Willy. Foram também observadores
as valentes advogadas Gema Arbesú e Inés Miranda, famosa defensora de Aminetou
Haidar, o magistrado Jesús Martín Morillo, o professor internacionalista Juan
Soroeta, o jurista aragonés Luis Mangrane, e a também jurista Arantxa Chacón.
Para mí
ha sido una experiencia terrible como antiguo abogado, demócrata y, aún, como
ser humano.
La
monarquía alauí intenta dar una imagen algo más abierta y tolerante, que es
puramente epidérmica pues enseguida aflora su carácter antidemocrático,
radicalmente contrario al ejercicio de los derechos humanos. Quizá la única
nota de apertura es que los abogados tienen libertad de expresión y que los
observadores, tras alguna vacilación de la autoridad militar, pudimos seguir la
vista sin problemas muy graves. Lo demás, de una tristeza sangrante: ¿Cómo se
puede juzgar a unos pacíficos ciudadanos detenidos y torturados desde hace
dieciséis largos meses en los que no conocieron la acusación de que eran
objeto, que podía suponer la petición de la máxima pena? ¿Cómo que entre ellos
haya uno que ya estaba detenido en el momento en que se le atribuye, ahora,
delitos con resultado de muerte? ¿Cómo que alguno se autoinculpe en una
farragosa instrucción con la supuesta sustitución de firma por su huella
dactilar si consta que sabe leer y escribir?...y así un largo rosario de
preguntas incontestadas. Todo deriva de las inmensas irregularidades de un juicio
militar sin auténticas garantías procesales, ante el que la comunidad
internacional no puede mirar para otro lado. La autoridad marroquí se comporta
con el pueblo saharaui como lo han hecho siempre los colonialistas de cualquier
latitud con la población autóctona, a la que somete con estos tribunales
militares sumarísimos y las máximas penas represivas. Demuestran que, como ya
dijo claramente el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, en 1975,
Marruecos es un pueblo distinto. El trato que desde entonces reciben los
saharauis se refleja en el comportamiento de este juicio, llevado fuera del
territorio y con un tribunal, cuatro de cuyos cinco miembros, uniformados ni
son peritos en Derecho ni movían un músculo, pendientes apenas de recibir
órdenes. El mismo Fiscal, o Auditor, militar más que dirigirse al ficticio
Tribunal parecía por su gesto que sólo iba orientado a las defensas y a los
observadores. Por cierto, los corajudos abogados, no podían sentarse en
estrados ni intervenir a la altura de jueces y fiscal, algo eso de hablar a la
misma altura, que nos reconoció incluso el tardofranquismo.
Um documentário proibido pela monarquia marroquina. Mostra a
faísca que acendeu a chamada “Primavera Árabe”. O documentário mostra a vida quotidiana e o violento desalojamento
de que os civis saharauis foram vítimas no acampamento Gdeim Izik, causado
pelas forças de ocupação marroquinas no território do Sahara Ocidental.
Todo el
ambiente, incluida la abrumadora presencia de "los grises", igualitos
a los españoles, se parecía demasiado a cuando yo mismo fui observador en el
juicio sumarísimo militar, en Burgos, en Agosto de 1975, contra Garmendia y
Otaegui. El franquismo ejecutó a éste último tras un proceso en el que quedó de
manifiesto que no fue autor de crimen alguno, a lo sumo, cómplice (pena de un
grado menor), o encubridor (dos grados menos).
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