domingo, 8 de dezembro de 2013

Mandela deixou-nos. Enquanto o mundo chora, o rei de Marrocos aproveita para reescrever a história


Mandela deixou-nos. Voltou a casa, como afirmou o presidente Obama, aludindo à fé com que muitos africanos não encaram a morte como o fim da vida, mas como o início de uma nova fase na terra dos ancestrais a quem se junta o espírito do falecido.

Após o conhecimento da notícia, não houve nenhum político ou governo que não tenha participado na grande corrida planetária desencadeada para homenagear o herói da luta contra o apartheid na África do Sul. Nem mesmo o rei Mohamed VI quis ficar para trás quando se tratava de exaltar a figura de Mandela, apesar dos problemas notórios começaram a salpicar as relações entre Rabat e Pretória, quando terminou o discriminação racial. Sim, o que Mohamed VI tentou fazer foi reinterpretar as ações de Madiba em favor da anexação dos interesses alauitas no Sahara Ocidental.

Na verdade, a mensagem de condolências que o rei marroquino enviou ao governo Sul-Africano de Jacob Zuma e à viúva de Mandela, Graça Machel, refere-se à incompatibilidade causada pelo desvio sul-africano que culminou em 2004 com o reconhecimento da República Árabe Saharaui Democrática República Democrática (RASD) pela África do Sul. O momento de prestar condolências não é propriamente a ocasião certa de apresentar censuras mas, aparentemente, a intenção do monarca alauita era explicar à sua opinião pública que o responsável da África do Sul se ter passado para o lado da Frente Polisario foi Thabo Mbeki, o homem que sucedeu Mandela como este se começou a afastar da política em 1999. A conclusão que se tira deste texto é que, se fosse por Mandela, Pretória nunca teria reconhecido a RASD.
 
Mandela durante sua visita a Marrocos em 1994
junto ao então primeiro-ministro marroquino Filali

El mensaje comienza alabando la figura de Mandela por su lucha por la “libertad, la justicia paz y tolerancia” en Sudáfrica. Pero, seguidamente, Mohamed VI pasa a destacar la importancia que el liderazgo regional de este país jugó bajo su batuta en la "preservación de la soberanía nacional e integridad territorial” del resto de países africanos.  El rey de Marruecos no se corta y añade una coletilla que se supone es la consecuencia lógica de lo anterior pero que, hasta la fecha, no tiene ningún soporte documental: “Durante su mandato (Mandela) respetó la legitimidad de Marruecos en su Sáhara y nunca quiso reconocer ni apoyar la partición de mi país”.

 Según Mohamed VI, lo que explicaría esta actitud de Mandela es la ayuda “pionera política y material” que Marruecos dio al actual partido gubernamental del Congreso Nacional Africano (ANC) en los años sesenta, cuando todavía actuaba en la clandestinidad. Este apoyo marroquí a la lucha contra el apartheid, añade, hizo que “el difunto desarrollase una relación especial” y “singular” con su país. Mandela, recuerda, agradeció esta ayuda con la visita que realizó a Marruecos en 1994.

El texto del pésame de Mohamed VI repite un guión que ya ha sido ampliamente utilizado por la prensa oficialista marroqui para describir el reconocimiento de la RASD en Suráfrica como una injusta deslealtad e inexplicable falta de agradecimiento. Uno de sus objetivos es contrarrestar los argumentos de quienes atribuyen el firme apoyo de Suráfrica al Polisario como el fruto de los muchos errores políticos que han acabado aislando a Marruecos de la mayor parte de los estados africanos.

Efectivamente, el propio Mandela reconoció que Marruecos suministró armas y dinero a su movimiento en los años sesenta. Ni siquiera en Argel niegan que su apoyo al ANC inició en territorio marroquí: eran los tiempos en que Marruecos, el primer Estado del Magreb en haber logrado la independencia, prestaba apoyo y refugio a los movimientos de liberación que seguían luchando en sus fronteras. Lo normal, dicen en Argel es que fuese en uno de los santuarios de la rebelión argelina en territorio marroquí el lugar donde Mandela hizo su primera toma de contacto con los muyaidines argelinos cuya lucha contra el colonialismo francés dijo luego había sido una gran fuente de inspiración para su propio combate. El problema de Mohamed VI es que el relato de la ayuda marroquí a la lucha del apartheid se detiene tras la detención de Mandela en 1962. Olvida decir, por ejemplo, que durante los 27 años que Mandela permaneció a partir de entonces en la cárcel, los gobiernos marroquíes se fueron distanciando del ANC y trabando una vergonzosa aproximación al Gobierno de Pretoria.
 
Mandela na Argélia com vários combatentes da FNL


En Rabat suelen justificar este cambio de tornas por la supuesta deriva extremista que tomó el ANC con sus líderes recluidos en Robben Island. La coartada es poco consistente frente a quienes sostienen que este giro fue fruto del tradicional sometimiento de Marruecos a la política exterior francesa que en los sesenta tomó un rumbo tan a favor del régimen del apartheid, que los activistas surafricanos llamaban al presidente francés de entonces De Gaulle El Boer. Una gran diferencia por lo tanto, frente a la consistencia del apoyo que Argelia siguió dando al ANC y que la prensa argelina ha desempolvado y aprovechado con mucho orgullo en los homenajes con los que comenzó a dar tributo a Mandela en cuanto se hizo pública la gravedad de su salud. Las fotos y testimonios sobre el entrenamiento militar que el propio Mandela recibió en territorio argelino y el decidido apoyo diplomático dado por el Gobierno del FLN a la lucha contra al apartheid, son en este otro relato los elementos que explican que Argel fuese el primer destino de Mandela en su primera gira al extranjero tras recuperar la libertad en 1990.

Otro elemento que le resta credibilidad a la versión de Mohamed VI es que en 1994, nada más ganar las primeras elecciones libres celebradas en Suráfrica, Mandela ya tenía clara su voluntad de reconocer a la RASD y así lo expresó por escrito en una carta que dirigió al presidente saharaui Mohamed Abdelaziz. Las presiones internacionales, que se emplearon a fondo con el argumento de que su gesto iba a entorpecer el intento de la ONU por el logro de una solución negociada, obligaron a aplazar su ejecución.  Pero nadie dudó en 2004 de que Mbeki, estrecho colaborador de toda la vida del Madiba, actuó sin desviarse de las directrices marcadas por su antecesor al que hoy se venera con excepcional unanimidad como uno de los grandes de la Historia.


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