Mandela deixou-nos. Voltou a casa, como afirmou o presidente
Obama, aludindo à fé com que muitos africanos não encaram a morte como o fim da
vida, mas como o início de uma nova fase na terra dos ancestrais a quem se junta
o espírito do falecido.
Após o conhecimento da notícia, não houve nenhum político ou
governo que não tenha participado na grande corrida planetária desencadeada
para homenagear o herói da luta contra o apartheid na África do Sul. Nem mesmo o
rei Mohamed VI quis ficar para trás quando se tratava de exaltar a figura de
Mandela, apesar dos problemas notórios começaram a salpicar as relações entre
Rabat e Pretória, quando terminou o discriminação racial. Sim, o que Mohamed VI
tentou fazer foi reinterpretar as ações de Madiba em favor da anexação dos interesses
alauitas no Sahara Ocidental.
Na verdade, a mensagem
de condolências que o rei marroquino enviou ao governo Sul-Africano de
Jacob Zuma e à viúva de Mandela, Graça Machel, refere-se à incompatibilidade
causada pelo desvio sul-africano que culminou em 2004 com o reconhecimento da República
Árabe Saharaui Democrática República Democrática (RASD) pela África do Sul. O
momento de prestar condolências não é propriamente a ocasião certa de
apresentar censuras mas, aparentemente, a intenção do monarca alauita era
explicar à sua opinião pública que o responsável da África do Sul se ter passado
para o lado da Frente Polisario foi Thabo Mbeki, o homem que sucedeu Mandela
como este se começou a afastar da política em 1999. A conclusão que se tira
deste texto é que, se fosse por Mandela, Pretória nunca teria reconhecido a
RASD.
El
mensaje comienza alabando la figura de Mandela por su lucha por la “libertad,
la justicia paz y tolerancia” en Sudáfrica. Pero, seguidamente, Mohamed VI pasa
a destacar la importancia que el liderazgo regional de este país jugó bajo su
batuta en la "preservación de la soberanía nacional e integridad
territorial” del resto de países africanos.
El rey de Marruecos no se corta y añade una coletilla que se supone es
la consecuencia lógica de lo anterior pero que, hasta la fecha, no tiene ningún
soporte documental: “Durante su mandato (Mandela) respetó la legitimidad de
Marruecos en su Sáhara y nunca quiso reconocer ni apoyar la partición de mi
país”.
Según Mohamed VI, lo que explicaría esta
actitud de Mandela es la ayuda “pionera política y material” que Marruecos dio
al actual partido gubernamental del Congreso Nacional Africano (ANC) en los
años sesenta, cuando todavía actuaba en la clandestinidad. Este apoyo marroquí
a la lucha contra el apartheid, añade, hizo que “el difunto desarrollase una
relación especial” y “singular” con su país. Mandela, recuerda, agradeció esta
ayuda con la visita que realizó a Marruecos en 1994.
El
texto del pésame de Mohamed VI repite un guión que ya ha sido ampliamente
utilizado por la prensa oficialista marroqui para describir el reconocimiento
de la RASD en Suráfrica como una injusta deslealtad e inexplicable falta de
agradecimiento. Uno de sus objetivos es contrarrestar los argumentos de quienes
atribuyen el firme apoyo de Suráfrica al Polisario como el fruto de los muchos
errores políticos que han acabado
aislando a Marruecos de la mayor parte de los estados africanos.
Efectivamente,
el propio Mandela reconoció que Marruecos suministró armas y dinero a su
movimiento en los años sesenta. Ni siquiera en Argel niegan que su apoyo al ANC
inició en territorio marroquí: eran los tiempos en que Marruecos, el primer
Estado del Magreb en haber logrado la independencia, prestaba apoyo y refugio a
los movimientos de liberación que seguían luchando en sus fronteras. Lo normal,
dicen en Argel es que fuese en uno de los santuarios de la rebelión argelina en
territorio marroquí el lugar donde Mandela hizo su primera toma de contacto con
los muyaidines argelinos cuya lucha contra el colonialismo francés dijo luego
había sido una gran fuente de inspiración para su propio combate. El problema
de Mohamed VI es que el relato de la ayuda marroquí a la lucha del apartheid se
detiene tras la detención de Mandela en 1962. Olvida decir, por ejemplo, que
durante los 27 años que Mandela permaneció a partir de entonces en la cárcel,
los gobiernos marroquíes se fueron distanciando del ANC y trabando una
vergonzosa aproximación al Gobierno de Pretoria.
En
Rabat suelen justificar este cambio de tornas por la supuesta deriva extremista
que tomó el ANC con sus líderes recluidos en Robben Island. La coartada es poco
consistente frente a quienes sostienen que este giro fue fruto del tradicional
sometimiento de Marruecos a la política exterior francesa que en los sesenta
tomó un rumbo tan a favor del régimen del apartheid, que los activistas
surafricanos llamaban al presidente francés de entonces De Gaulle El Boer. Una
gran diferencia por lo tanto, frente a la consistencia del apoyo que Argelia
siguió dando al ANC y que la prensa argelina ha desempolvado y aprovechado con
mucho orgullo en los homenajes con los que comenzó a dar tributo a Mandela en
cuanto se hizo pública la gravedad de su salud. Las fotos y testimonios sobre
el entrenamiento militar que el propio Mandela recibió en territorio argelino y
el decidido apoyo diplomático dado por el Gobierno del FLN a la lucha contra al
apartheid, son en este otro relato los elementos que explican que Argel fuese
el primer destino de Mandela en su primera gira al extranjero tras recuperar la
libertad en 1990.
Otro
elemento que le resta credibilidad a la versión de Mohamed VI es que en 1994,
nada más ganar las primeras elecciones libres celebradas en Suráfrica, Mandela
ya tenía clara su voluntad de reconocer a la RASD y así lo expresó por escrito
en una carta que dirigió al presidente saharaui Mohamed Abdelaziz. Las
presiones internacionales, que se emplearon a fondo con el argumento de que su
gesto iba a entorpecer el intento de la ONU por el logro de una solución
negociada, obligaron a aplazar su ejecución.
Pero nadie dudó en 2004 de que Mbeki, estrecho colaborador de toda la
vida del Madiba, actuó sin desviarse de las directrices marcadas por su
antecesor al que hoy se venera con excepcional unanimidad como uno de los
grandes de la Historia.
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