Amadeo Martínez
Inglés, Coronel, escritor e historiador, escrevia em outubro de 2008 uma
contundente carta ao presidente do Congresso de Deputados sobre a
responsabilidade do rei Juan Carlos no drama que se abateu sobre o Povo Saharaui.
Nunca na história do colonialismo europeu em África uma antiga potencia
colonial havia cedido o território e a sua população aos Estados «vizinhos» a
troco de compensações económicas… No
momento em que Juan Carlos I abdica é de todo o interesse relembrar o que dizia
então o velho coronel do Exército Espanhol…
Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor e historiador |
“Ayer tarde se aprobó en el
Congreso de los Diputados una proposición no de ley presentada por el Grupo
Socialista, que resultó aprobada con el
apoyo de todos los demás grupos de la Cámara a excepción del PP que se abstuvo,
en la que se recogen una serie de puntos trascendentes a tener en cuenta en la
política exterior española en relación con el Sahara Occidental administrado por
España hasta el año 1975. Entre estos sobresalen el reconocimiento del derecho
de autodeterminación del pueblo saharaui, la necesidad de que finalmente se
celebre el referéndum auspiciado por naciones Unidas y, también y curiosamente,
la realización de gestiones “al máximo nivel” para intentar solucionar política
y humanitariamente el caso Haidar.
Como dentro de este último eufemismo político
se esconde la recientemente aireada y
pedida intercesión del monarca español para resolver “in extremis” el contencioso
hispano-marroquí nacido a cuenta de la posición personal adoptada por la
activista saharaui, es de suma importancia que el pueblo español conozca que la
actual situación de abandono, menosprecio y sometimiento a Marruecos del
valeroso pueblo saharaui, proviene de la traición personal del actual rey de
España Juan Carlos I que en noviembre de 1975, desempeñando interinamente la
jefatura del Estado español, pactó en secreto con el Departamento de Estado
norteamericano la entrega incondicional de la antigua provincia española del
Sahara Occidental al reino de Marruecos. Todo ello para evitarse una guerra
colonial con este último país que España no estaba en condiciones de enfrentar.
Kissinger com Juan Carlos em 1976 |
Este vergonzoso Pacto del entonces príncipe de España con Henry
Kissinger y el rey Hassan II de Marruecos, que como historiador militar he
estudiado a fondo, me permití ponerlo en conocimiento del Presidente del
Congreso de los Diputados, señor Bono, en una carta remitida con fecha 8 de
octubre de 2008, continuación de otra del 4 de abril del mismo año en la que le
pedía la creación de una Comisión de Investigación que depurara las
responsabilidades del rey de España en una serie de presuntos delitos
relacionados con el 23-F, los GAL, la malversación de fondos públicos y el
homicidio cometido en la persona de su hermano, el infante Don Alfonso de
Borbón.
De esta última carta, que adquiere especial
relevancia en estos momentos de creciente deterioro de las relaciones con
Marruecos por el caso Haidar y en los que algunos se atreven a pedir, con total
desconocimiento de la historia, que el monarca español interceda ahora ante el
reino alauí por aquellos a los que él mismo traicionó en el año 1975,
transcribo a continuación, porque creo que es de sumo interés para los medios
de comunicación y el pueblo español en general, los párrafos más importantes
relacionados con el tema que nos ocupa:
“Y ahora paso al meollo del
presente escrito, es decir, a contarle algunas cosas muy graves, muy graves,
muy graves… gravísimas ¡como no! del actual rey de España, Juan Carlos I de
Borbón. Más que nada para que tome buena nota de ellas, añadiéndolas en lugar
preferente al inventario de presuntos delitos que ya le he remitido y que
deberá ser estudiado, cuando a usted le venga bien, por la todavía nonata
Comisión de Investigación Borbónica Española (CIBE)
Me estoy refiriendo en concreto, señor Bono, a tres nuevos,
espeluznantes, bochornosos, repugnantes… delitos, que ni la historia ni los
ciudadanos españoles conocen todavía en toda su profunda dimensión (algunos
historiadores, obviamente, estamos en ello) cometidos en los últimos meses del
año 1975 por el entonces príncipe de España, justo cuando desempeñaba la
Jefatura del Estado de una forma interina pero con todos los poderes del
dictador en la mano. Presuntos delitos que de entrada podríamos catalogar,
hasta que la citada Comisión parlamentaria pueda pronunciarse, como de alta
traición, cobardía ante el enemigo y genocidio.
Sí, sí, no se me ponga nervioso, señor Bono, que enseguida paso a
informarle largo y tendido sobre el asqueroso hecho político que acoge estas
figuras delictivas de Juan Carlos I, que para eso soy historiador militar y,
modestia aparte, creo que de todo esto sé un poquito, lo justo quizá para
despertar su mente y la de algunos miles de ciudadanos españoles.
Hassan II de Marrocos e o Rei Juan Carlos |
Y le voy a exponer el asunto, en principio, señor presidente, de una
forma extractada y casi telegráfica (aunque creo que muy comprensible para
usted, que me imagino tiene cierta culturilla histórica, y para el lector
medio) pues no querría bajo ninguna circunstancia que este escrito se
convirtiera en una larga y tediosa lección magistral de historia de España. Eso
lo dejo, si a vuecencia le parece bien, para deleite de las señorías a las que
les corresponda un día poner en su sitio, de una vez por todas, a este Borbón
de medio pelo salido de las cloacas del franquismo que ha tomado la jefatura
del Estado español como su finca particular y su saneado negocio.
El hecho histórico a que me refiero, señor Bono, no es otro que el de la
vergonzosa entrega a Marruecos, en noviembre de 1975, de nada menos que 200.000
kms cuadrados del llamado Sahara español (provincia africana según Franco,
territorio bajo administración española según la ONU) por miedo a tener que
enfrentar una guerra con ese país (que había organizado una marcha “pacífica”
de 300.000 ciudadanos marroquíes y nos amenazaba con la invasión pura y dura) y
tras un pacto secreto entre el jefe de Estado español en funciones en aquellos
dramáticos momentos (el príncipe Juan Carlos de Borbón), la CIA y el
Departamento de Estado norteamericano (Kissinger). Pacto por el cual el
heredero de Franco se quitaba de en medio una muy probable guerra colonial con
nuestro vecino del sur (que podía poner en grave peligro su ansiada corona) y
recibía además el inmenso apoyo político yanqui para estabilizar su tambaleante
Régimen.
A cambio, claro está, de
traicionar con nocturnidad y alevosía, como ha sido práctica habitual en él, al
pueblo español (ajeno a todo como siempre), a sus Fuerzas Armadas (que a pesar
de su abandono operativo y escasez de medios estaban dispuestas a sacrificarse
por defender el honor de España y la legalidad internacional), al pueblo
saharaui (que sería entregado desarmado al invasor y bárbaramente masacrado en
una desigual guerra y en un oscuro genocidio que se saldarían con más de cuatro
mil víctimas, y del que cualquier juez imparcial pediría responsabilidades al
jefe del Estado español por cómplice y colaborador necesario) y a la ONU (que
había decretado a través de su Tribunal Internacional de Justicia y de su
resolución 380 la ilegalidad de la acción unilateral de Marruecos y el derecho
del pueblo saharaui a la autodeterminación).
Empecemos, pues, presidente, y que nadie
desdeñe el asunto como lejano en el tiempo o meramente historicista pues
estamos hablando de hechos gravísimos cometidos en su día por el actual jefe
del Estado español, como son los
presuntos delitos de “alta traición a la nación española” tras la acción
consumada y no debatida en sus órganos institucionales de la entrega a una
potencia invasora de una parte importantísima del territorio nacional sin
intentar defenderlo siquiera y tras un pacto secreto con el propio enemigo y su
socio geoestratégico; de “cobardía ante el enemigo” por parte del jefe del
Estado español en funciones de comandante en jefe del Ejército que entrega sin
combatir una parte substancial del territorio nacional tras un pacto secreto
con el enemigo; y de “genocidio” contra el pueblo saharaui, en grado de
colaboración necesaria con el ejecutor directo del mismo (el sátrapa marroquí),
al haber puesto bajo la bota de su Ejército, totalmente desarmados, a los
30.000 habitantes de la antigua provincia española, a los que debería haber
defendido con arreglo al Derecho Internacional y a los derechos humanos más
fundamentales.
Repasemos, pues, esos
lamentables hechos, próximo a cumplirse su 33 aniversario:
1976: o êxodo saharaui, a fuga á invasão e às bombas de Marrocos... |
21 de agosto de 1975
El departamento de Estado
norteamericano da luz verde a un proyecto estratégico secreto de la CIA,
financiado por Arabia Saudí, para arrebatar la antigua provincia del Sahara
(270.000 Kms cuadrados) a España. Un territorio vital desde el punto
geoestratégico, rico en fosfatos, hierro, petróleo y gas, que EE.UU no está
dispuesto a dejar en manos de España dada la situación en que se encuentra el
régimen franquista. El plan consiste en invadir la zona mediante una marcha
“pacífica” de unos 300.000 ciudadanos marroquíes (Marcha Verde), que se harían
pasar por antiguos habitantes de la zona.
6 de octubre de 1975
El servicio de Inteligencia del
Ejército español informa a Franco, ya muy enfermo, de los planes de EE.UU en
relación con el Sahara.
16 de octubre de 1975
La Marcha Verde es anunciada por
Hasan II, al mismo tiempo que el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU
rechaza las pretensiones de Maruecos sobre ese territorio.
20 de octubre de 1975
Franco empeora ostensiblemente.
Sufre un nuevo ataque al corazón.
21 de octubre de 1975
El príncipe Juan Carlos de
Borbón, heredero del dictador, se niega a aceptar la jefatura del Estado con
carácter interino. Quiere plenos poderes para poder actuar en el Sahara.
22 de octubre de 1975
El presidente del Gobierno
español, Arias Navarro, con conocimiento de Franco, manda a Solís a Rabat para
tratar de parar el órdago marroquí prometiendo negociaciones sobre el tema en
cuanto la situación del dictador mejore.
26 de octubre de 1975
Comienza la Marcha Verde en
territorio marroquí. Toda la planificación operativa y la organización
logística han corrido a cargo de técnicos norteamericanos.
30 de octubre de 1975
Juan Carlos de Borbón se hace
cargo de la jefatura del Estado español (artículo 11 de la ley Orgánica del
Estado). Está muy preocupado por la situación en el Sahara pues tiene muy
presente el caso portugués. No quiere que la situación le desborde.
31 de octubre de 1975
El príncipe preside un Consejo
de Ministros en La Zarzuela. Cuestión prioritaria: el Sahara. Asiste invitado
el jefe del Estado Mayor del Ejército, Carlos Fernández Vallespín. Juan Carlos
manifiesta su férrea determinación de ponerse al frente de la situación. Sin
embargo, no les dice a los reunidos que él ya ha enviado a su hombre de
confianza, Manuel Prado y Colón de Carvajal, a Washington, para solicitar la
ayuda de Henry Kissinger. Es consciente de que una guerra colonial con
Marruecos en aquellos momentos podría precipitar los acontecimientos al estilo
de lo acaecido en Portugal y que podría perder su corona antes de ceñirla.
El secretario de Estado
norteamericano acepta la mediación solicitada por el nuevo jefe del Estado
español, intercede ante Hassan II y en las siguientes horas se pergeña un pacto
secreto por el que Juan Carlos se compromete a entregar el Sahara español a
Marruecos (vistiendo el muñeco de la rendición con unas amañadas conversaciones
políticas en Madrid), a cambio del total apoyo político americano en su próxima
andadura como rey de España.
2 de noviembre de 1975
Juan Carlos de Borbón visita las
tropas destacadas en El Aaiun en un viaje sorpresa. Está en tratos secretos con
los americanos para la entrega del territorio, pero no tiene ningún reparo en
escenificar un “teatrillo castrense” con los militares (a los que traicionará
en las siguientes horas igual que al pueblo español, a los saharauis y a la
propia ONU) echando mano de la extensa parafernalia castrense propia de estos
actos: formación solemne, desfile, honor a los muertos, recepción en el Casino
Militar… En este centro, en el curso de una bien regada copa de vino español,
hasta se permite el lujo de representar el papel de un moderno “Escipión El
Africano a la española”, diciéndoles a los oficiales de las tropas allí
destacadas: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará
el derecho de los saharauis a ser libres” y también, hinchando el pecho y
subiendo la barbilla: “No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí,
con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”
A Marcha Verde «civil» ocultava a invasão militar por parte de Marrocos |
6 de noviembre de 1975
La Marcha Verde invade la
antigua provincia africana española. En virtud del pacto secreto (alta
traición) entre Kissinger, Hassan II y el flamante nuevo jefe del Estado
español (el viejo se está muriendo en el hospital hecho un guiñapo entre
monitores y sondas) los campos de minas
de la frontera han sido levantados y los legionarios españoles
prudentemente retirados. España hasta se permite la desvergüenza de enviar al
ministro de la Presidencia para que gire una visita de cortesía a los
campamentos marroquíes. La ONU, incómoda y sin saber de qué va la cosa, urge a
Hassan II a retirarse y a respetar la legalidad internacional. España mira para
otro lado ¡bastante tiene el principito con asegurar su corona! y el tirano
alauí no hace el menor caso.
9 de noviembre de 1975
Hassan II da por alcanzados
todos sus objetivos en el Sahara y en espera de las conversaciones de Madrid
(ya tiene asegurada su presa) retira los campamentos de la Marcha Verde a
Tarfaya. Argelia protesta y retira su embajador en Rabat. Los polisarios,
traicionados por España, se aprestan a la lucha.
12 de noviembre de 1975
Comienza la Conferencia de
Madrid entre España, Marruecos y Mauritania, con EE.UU de mandamás en la
sombra.
14 de noviembre de 1975
Declaración de Madrid sobre el
Sahara. Se entrega a Marruecos toda la parte norte de la antigua provincia
española: 200.000 Kms cuadrados de gran importancia geoestratégica, muy ricos
en toda clase de minerales, gas y petróleo (descubierto por petrolíferas
yanquis y en reserva estratégica). A Mauritania (que los abandonará enseguida
en beneficio de su poderoso vecino del norte) se le transfieren 70.000 Kms
cuadrados del sur, los más pobres e improductivos. Las Cortes y el pueblo
español no saben nada del asunto. Todo se ha tejido entre bastidores, con la
CIA, el departamento de Estado norteamericano y los servicios secretos
marroquíes como maestros de una ceremonia bochornosa en la que el príncipe Juan
Carlos ha movido sus hilos a través de sus validos y hombres de confianza:
Armada, Mondéjar, Torcuato Fernández Miranda… mientras el Gobierno del
anonadado Arias Navarro, con Franco moribundo y su porvenir político en el
alero, se ha limitado a ejercer de convidado de piedra en la mayor vergüenza
política y militar de España en toda su historia. Porque sí, efectivamente,
este país, después de su flash imperial, ha padecido en diferentes épocas
derrotas sin cuento, descalabros memorables y renuncios espectaculares, pero
nunca jamás había traicionado de una forma tan perversa a sus propios ciudadanos
(los saharauis lo eran en 1975), se
había humillado de tal manera ante un pueblo más débil que él pactando
en secreto su rendición, y abandonado cobardemente el campo de batalla sin
pegar un solo tiro y después de entregar a su envalentonado enemigo acuartelamientos,
armas y bagajes.
Una vergüenza histórica sin
paliativos, a cargar ¡como no! en el “debe” de un príncipe sin principios
morales de ninguna clase, cargado de ambición, bufón de un dictador sin
escrúpulos, ansioso de poner sobre su cabeza los ridículos oropeles de una
corona trasnochada y profanada hasta la saciedad en el pasado por reyes
despreciables de su propia dinastía, y que se permitió el lujo de vender a su
propio país, a su pueblo, a la sacrificada minoría étnica que, bajo nuestras leyes
y nuestra protección, creyó en la promesas de España y en ser libres algún día.
De todo esto que le cuento,
señor Bono, poca información han recibido durante nuestra sacrosanta transición
tanto el pueblo español como su clase política. Había que preservar, así lo
estipula la Constitución franquista del 78, la imagen del rey que iba a
salvarnos a todos y a traernos los derechos y libertades conculcados durante
décadas por su amo y señor.
Termino, señor presidente del
Congreso de los Diputados, y recuerde: alta traición, cobardía ante el enemigo
y genocidio. ¡Casi nada! ¿No le parece a su excelencia que quizá esa Comisión
de Investigación que tanto pavor le produce debería comenzar su trabajo
analizando tan escalofriantes delitos?
Reciba, señor presidente del
Congreso de los Diputados, un afectuoso saludo
Alcalá de
Henares, 8 de outubro de 2008
Fonte:
Amadeo Martínez Inglés, Coronel.
Escritor. Historiador.
Publicado em
UCR 17, dezembro de 2009
Sem comentários:
Enviar um comentário