A diplomacia do rei Mohamed
VI de Marrocos acaba de receber um forte revés diplomático no cenário africano.
Na XXI Cimeira da União Africana (UA) realizada este fim-de-semana em Addis
Abeba, capital etíope, foi-lhe dito a claro e bom som que não há nenhum inconveniente
que o seu país regresse à organização sempre que seja sem querer pôr condições que
afetem a participação na mesma da RASD, a República Árabe Saharaui Democrática.
La advertencia la hizo el responsable de la Comisión de Paz y
Seguridad de la UA, Ramtane Lamamra, y siguió a ciertas maniobras con las que
el Gobierno marroquí ha intentado dar a su opinión pública la esperanza de que
la habilidad diplomática del rey Mohamed VI estaba a punto de acabar con la
ausencia de Marruecos de la Unión Africana.
Lamamra dijo no hay problemas de parte de la UA para que Marruecos
deje de ser el único país del continente africano que no forma parte de la
organización integrada por 54 Estados. Al fin y al cabo el conflicto tuvo
origen en la espantada que dio el padre de Mohamed VI, el fallecido Hassán II,
con portazo incluido, cuando en 1984 la
Organización de Unión Africana (OUA), antecesora de la UA, admitió a la RASD
que se convirtió así en su miembro número 51. Desde entonces no hay más
obstáculo a su regreso que la promesa que entonces hizo el rey Hassán II de que
Marruecos no volvería hasta que no se expulsase a la RASD.
El rey Mohamed VI hizo recientemente un gira africana (que en realidad
se limita a los satélites más sumisos a la influencia de Francia) a la que la prensa
de palacio sacó jugo para subrayar que, pese a la ausencia de la UA, su monarca
mantiene una gran influencia en el continente africano. Aún así, a Mohamed VI
le ha debido de resultar difícil de explicar a su muy nacionalista y orgullosa
opinión pública que Marruecos fuese seguidamente el único país africano que no
iba a estar en las fotos de familia de la la XXI cumbre celebrada este fin de
semana y, peor aún, en las de las solemnes celebraciones que en Addis Abeba han
marcado el 50 aniversario del nacimiento de la OUA el pasado viernes, día 25,
el Día de África.
Menuda diferencia con lo que allí llaman la “República fantoche”
saharaui: mientras el máximo dirigente Mohamed Abdelaziz viajaba a Addis Abeba
con una nutrida delegación, los marroquíes se tenían que contentar con celebrar
el Día de África con una fiesta casera que consistió en la inaguguración de una estela conmemorativa en
una plaza de Rabat que han rebautizado con el nombre de Plaza de la Unión Africana.
Una ceremonia con mucho empaque a cargo del ministro des Asuntos Exteriores
marroquí Saad-Eddine El Othmani que subrayó “la profunda e indeleble unión de
Marruecos a su continente”.
Pero, la verdad, no hay color entre este plan y la oportunidad que
Mohamed Abdelaziz tuvo en Addis Abeba de oír sonar el himno saharaui en el acto
de inauguración, ver ondear la bandera saharaui en igualdad de condiciones con
las de los demás 53 Estados africanos, y poderse encontrar en los pasillos o
los salones del Millenium a la flor y nata de la diplomacia internacional que
había acudido a la capital etíope poniendo de relieve la importancia del
evento, desde el secretario de Estado norteamericano John Kerry, al secretario
general de la ONU Ban Ki-moon, pasando por
el presidente francés François Hollande o la presidenta de Brasil Dilma
Roussef, entre otros.
Para compensar, la prensa oficialista marroquí dio mucho bombo a las a
las declaraciones con las que el decano de los embajadores africanos en Rabat
aseguró que Marruecos es un Estado del que África “no puede prescindir” a la
hora de afrontar sus desafíos y que se está haciendo lo posible para que pueda
volver con el resto de la familia (es decir, a la UA) por la puerta grande y
pisando alfombra roja. El optimista era el embajador de la República Centroafricana,
que actualmente, está sumido en el caos y la violencia desde que la guerrilla
del Seleka en marzo logró abrirse camino
hasta la capital, Bangui, y obligó al Gobierno a salir corriendo. Pero,
omitiendo este detalle, sus solemnes declaraciones podían interpretarse como
que en Addis Abeba algo se estaba cociendo a favor de la diplomacia marroquí.
Probablemente, el realce dado en Rabat a estas felices expectativas
motivó que en la rueda de prensa que dio el responsable de la Comisión de Paz y
Seguridad al final de la cumbre, un periodista preguntase por la posible vuelta
de Marruecos a la UA. Pero el argelino Lamamra fue tajante al decir que no
había habido cambios en la posición de la organización africana en relación al
conflicto saharaui y, por lo tanto, no hay problema en que Marruecos vuelva
pero siempre que sea compartiendo escenario con los saharauis. También dijo en
términos inequívocos que la UA sigue pensando que la solución del conflicto
debe estar en esa consulta libre y transparente que la ONU prometió a los
saharauis. Lo hizo con varios giros, uno de ellos destacando que lo que hay que
hacer es poner en marcha esa “R” que hay
en el nombre de MINURSO, la Misión de la ONU para el Referéndum del Sáhara
Occidental.
Además de la contundente respuesta de Lamamra hay que destacar que
esta cumbre extraordinaria en Addis Abeba ha dado la oportunidad a Mohamed
Abdelaziz de subir al estrado con una intervención con la que pidió a la UA que
ayude a los saharauis a liberar el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. En
otra sala del edificio, Aminetu Haidar dio una conferencia de prensa sobre las
violaciones de los derechos humanos y en la exposición dedicada a la memoria de
africanos que destacaron en la lucha por la libertad de su pueblo, fueron incluidas
las efigies de varios mártires saharauis, empezando por Bassiri, el padre del
nacionalismo saharaui desaparecido en el trágico verano de 1970.
Autora: jornalista Ana
Camacho, ex-correspondente do “El Pais” no Magrebe.
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